El Centro Carter, Atlanta, Georgia
17 de Marzo de 2003
Es un privilegio para mí estar con ustedes, haber recibido la invitación del Centro Carter y compartir con el presidente Carter y con la señora Carter esta oportunidad.
No voy a comenzar como suele comenzarse una alocución en los Estados Unidos, con un chiste, porque la situación en Bolivia no está para chistes.
El presidente Gonzalo Sánchez de Lozada tendría que estar aquí. Y la razón por la que él no está aquí--y agradece la invitación y saluda muy especialmente al presidente Carter-es porque está cumpliendo [con] su deber en Bolivia, defendiendo la democracia boliviana en un momento muy duro para nuestro país. Por esa razón, me voy a permitir salirme [sic] un poco del libreto para no hablar específicamente--o por lo menos en la totalidad de mi intervención-sobre el tema central para el que ha sido convocada esta reunión--que es el financiamiento de la democracia y lo que se refiere al financiamiento de partidos políticos, campañas y elecciones--sino [para] mencionarles que la experiencia boliviana me permite hacer algunas reflexiones en torno a los problemas de la democracia en América Latina hoy.
El pasado 12 de febrero sufrimos en Bolivia un motín policial, el segundo en el curso de los últimos tres años, que generó una confrontación militar armada, entre un sector de la policía amotinado y fuerzas del Ejército de Bolivia que defendían el Palacio de Gobierno; porque el motín se produjo a una cuadra, en una institución policial cuya sede, cuyo cuartel está a una cuadra del Palacio de Gobierno. El saldo fue un saldo trágico, un saldo sangriento, que plantea varias preguntas. No hay antecedentes que yo conozca en América Latina y un poco supongo en el mundo, en el que el ejército y la policía de una misma Nación se enfrentan [sic] con armas en virtud de un levantamiento de una institución que rompe, que vulnera, los principios constitucionales básicos (en este caso, un sector de la policía de mi país).
A partir de esa confrontación debemos intentar ver por qué una democracia como la boliviana--que tiene veinte años ininterrumpidos, coincidiendo con el desarrollo democrático de la mayoría de los países de América Latina--afronta una circunstancia de esta magnitud.
Yo diría que el primer punto [sobre el] que debemos reflexionar es que nuestras democracias en América Latina, y particularmente en América del Sur, atraviesan una crisis muy profunda. La defensa de la democracia hoy no pasa exclusivamente por analizar--y esto es muy importante, no tengo la menor duda--el tema de su financiamiento, sino saber si sus bases son hoy lo suficientemente fuertes como para resistir los embates de la tormenta que se viene encima y que de hecho hemos vivido varios países de la región. No los voy a mencionar porque ustedes los conocen tan bien o mejor que yo.
¿Qué es lo que está fallando en estos mecanismos? Primero--y creo que la intervención de hoy de Elena Martín fue muy ilustrativa--está fallando esta concepción que se tiene entre el hecho democrático y los resultados que ese hecho democrático han [sic] producido en la gente. Si en 1985, para poner el ejemplo boliviano, le pedimos al país que se ajustase los cinturones en la aplicación de un proceso de modernización, de una reforma del Estado y de un camino hacia la privatización; 18 años después, con resultados económicos que no han generado lo que estaba esperando la gente que se ajustó el cinturón, es muy difícil volverles a insistir que deben insistir ellos en seguir ajustándose los cinturones.
Ustedes dirán que es una falacia el trabajar una ecuación entre sistema democrático y sistema económico. Pero los hechos han llevado a la coincidencia entre una propuesta de reforma política, que llevó a nuestras naciones a la democracia, y una propuesta de reforma económica, que implicó un nuevo modelo que sustituía la...el viejo paradigma estatista en el que vivimos los países de América Latina.
Es tiempo de que ciertas preguntas, que antes parecían elegidas, hoy intenten por lo menos ser respondidas. Hay ciertos temas que se habían desechado como propuestas económicas, como formas de mirar el desarrollo de nuestros programas que hoy deberíamos, cuando menos, considerar. Hay elementos centrales de la estructura del modelo económico que no están funcionando ni de manera ortodoxa ni de manera heterodoxa. Bolivia ha intentado sobre la base de una economía de mercado, aplicar un conjunto de medidas de inversión social directa, de gran impacto, que no han generado un resultado en función de la fragilidad de nuestras economías y del alto grado de dependencia que éstas tienen.
Si no somos capaces de intentar respuestas que vayan más allá de las recetas centrales en las que estamos enmarcados, probablemente nos acercamos a callejones sin salida de carácter explosivo. Obviamente hay una responsabilidad de la Administración de nuestros países pero hay también una responsabilidad de quienes conciben las respuestas macroeconómicas con muy poca consideración a la realidad de carne y hueso que vivimos. El caso de Bolivia es muy ilustrativo. La excusa del motín policial que vivimos el 12 de febrero era un presupuesto con una subida de impuestos y cero de aumento salarial, que respondía a condicionamientos del Fondo Monetario Internacional; condicionamientos muy duros, poco flexibles, que el presidente Sánchez de Lozada trató de combinar. Es decir: no al gasolinazo, que era una propuesta del Fondo Monetario Internacional; no a la reducción de la inversión; sí al congelamiento salarial y al aumento de los impuestos para compensar, precisamente, esos huecos que no se podían llenar sin el aumento de la gasolina.
Ese presupuesto no fue [lo] que condujo al motín. El motín estaba vinculado a un momento muy explosivo y por lo tanto tuvo un impacto social y un respaldo popular significativo. Coincidió exactamente con la presencia física de los representantes del Fondo Monetario en La Paz, que estaban negociando con el gobierno los elementos para un acuerdo con el Fondo. El haber vivido en carne propia, esos representantes, lo que vivimos en La Paz esos días, condujo probablemente en buena medida a que el nuevo presupuesto presentado por el Presidente, más flexible, sin un impuesto de esa magnitud y con un pequeño aumento salarial, fuera posible por una respuesta rápida del Fondo Monetario que llegó a un acuerdo, que antes había tardado seis meses en llegar.
No deja de ser significativo que tengamos que pasar [por] una confrontación que estuvo a punto de derrocar la democracia en Bolivia, y [con] más de 33 muertos y 150 heridos, para que esa respuesta llegue [sic]. Quizás tenemos que intentar encontrar caminos más sensatos de búsqueda de soluciones en los que la macroeconomía se compadezca de la realidad cotidiana.
El otro elemento, que tiene que ver con lo que estamos viviendo y con [lo] que ustedes han reflexionado hoy, es el de los partidos políticos. Como han podido apreciar por mi currículum, yo no soy militante de un partido político; no soy militante de ninguno de los partidos que hoy están en el gobierno. Acompaño al presidente Sánchez de Lozada como lo hice como candidato independiente y ahora como vicepresidente independiente en una tarea compleja que es la lucha contra la corrupción y la presidencia del Congreso, por la naturaleza del cargo vicepresidencial en Bolivia.
La experiencia que he tenido como periodista y la que tengo hoy en la política, me muestra que los partidos políticos que gozan de alto desprestigio, de poca credibilidad y de una concepción que casi hace una sinonimia entre partido político y corrupción, han hecho, hacen y parece que están dispuestos a seguir haciendo los méritos que les permiten este privilegio de la consideración ciudadana.
No hay un cambio de actitud en la estructura de los partidos políticos. No hay un cambio de mentalidad en cuanto hace a la responsabilidad en la administración del gobierno, desprendida del prevendalismo, desprendida de un partido que copa el poder en el sentido pleno de la palabra.
Eso tiene que ver, ciertamente, con el financiamiento de campañas. El financiamiento de campañas en el ámbito privado--y Bolivia tiene una legislación, pero no lo...la tiene clara en el tema de las contribuciones privadas--define que para ser un candidato presidencial en Bolivia--aún contando con un financiamiento del Estado, que es muy pequeño en relación a lo que se gasta por un conjunto de desproporciones y de falta de control en el tiempo de campaña, uso de medios y costos--tienes que ser un empresario exitoso, que esté dispuesto a invertir tu propio dinero en tu campaña. O tienes que recibir donaciones privadas de las que luego te vas a resarcir en el gobierno, sea por los gastos en los que tú has incurrido, sea porque vas a pagarle facturas a aquellas empresas que están esperando contratos interesantes y privilegios determinados en función de las contribuciones que hicieron en la campaña. Y eso, por supuesto, va a complicarte la vida porque vas a estar condicionado a pagar determinadas facturas en función de sus requerimientos. Esta realidad marca un proceso inevitable de vinculación de la política con la corrupción. Adicionalmente, en los grados de pobreza en los que viven nuestras sociedades, quien trabaja en un partido, en una campaña, espera que el pago por ese trabajo sea un puesto en el gobierno. Gobiernos cada vez más pequeños que tienen cada vez menos posibilidades de otorgar cargos a quienes están esperándolos por haber trabajado en la campaña. Un establecimiento de una lógica--y el ministro Insulza lo decía muy bien--es un intento que se hace en Bolivia (es difícil pero se está trabajando en ello) de institucionalizar la presencia de cargos, sobre todo en niveles altos y medio altos, en el gobierno, mediante méritos y no mediante militancia partidaria. Pero la realidad objetiva es que las coaliciones de gobierno en partidos que han obtenido niveles de voto bajos--en nuestro caso, el veintidós y medio por ciento de los votos--nos obligan a coaliciones cuyo costo es tan alto que lo acabas pagando inevitablemente con la corrupción o a través de mecanismos que no son precisamente los más transparentes.
Si los partidos políticos no asumen que hoy nuestros países no pueden resistir [a] esa lógica, lo que pasa es que van desagregándose, van perdiendo legitimidad hasta el punto de su desaparición en algunas naciones o hasta el punto de su debilidad sostenida en función precisamente de las preventas del poder.
¿Qué es lo que está pasando que es preocupante en nuestra sociedad y nuestra política adicionalmente? Hay un proceso creciente de disolución del poder del Estado, de disolución del concepto del cumplimiento de la Ley.
En Bolivia esta realidad quizás es particularmente sensible por lo que ha ocurrido en los últimos años. La relación entre el Estado y la sociedad es de confrontación. La relación de vínculo entre el Estado, el gobierno y la oposición es en función de la presión, de la huelga, del bloqueo, de un permanente estado de emergencia que no te permite un desarrollo adecuado de mínimas políticas de mediano y largo plazo porque estás siempre apagando incendios. Esto ha debilitado el poder del Estado. En Bolivia, de una manera dramática, cuando tu tienes un motín policial que te obliga a una recomposición del orden interno de la policía en condiciones de debilidad como las que estamos en este momento, apoyados en unas fuerzas armadas que, a pesar de todo, han marcado un respeto a la Constitución al salir a defender el orden constitucional. Pero inevitablemente los gobiernos democráticos bolivianos en los últimos años han tenido que enfrentar la presión, el bloqueo y la huelga con acciones de represión que eventualmente han generado un saldo de víctimas, que no son deseables pero que se han hecho inevitables y que te ponen en otro problema, que es el respeto a los derechos humanos, que es una obligación primordial de cualquier sistema democrático.
La compatibilización de estos elementos es compleja. Es difícil, porque tu tienes una responsabilidad de defensa del orden constitucional frente a una presión irracional de demandas que están mucho más allá de lo que tu puedes cubrir en función de tu presupuesto y de tus posibilidades. Y eso te obliga a un permanente problema de confrontación.
La democracia boliviana ha tenido, adicionalmente, un cambio histórico significativo. Por primera vez en la historia, el voto popular ha llevado a mayorías étnicas, como quechuas y aymarás, a tener una gran representación parlamentaria. Pero también te plantea una paradoja interesante. El presidente Sánchez de Lozada ganó la elección con el veintidós y medio por ciento de los votos y el segundo lugar lo obtuvo el dirigente cocalero Evo Morales, que obtuvo el veintiuno por ciento de los votos (un punto y medio por debajo de nuestra elección). Evo Morales es el líder de los productores de coca, que es, como ustedes saben, un tema de primera importancia en la agenda bilateral entre Bolivia y los Estados Unidos. Los embajadores de los Estados Unidos en nuestro país definen a Evo Morales como un criminal, un terrorista y un narcotraficante. Es muy difícil una relación sensata, racional, entre la primera potencia del mundo y un partido que obtiene el segundo lugar en un país pequeño como Bolivia. ¿Cómo relacionar esta...esta estructura en función de ese diálogo? Comillas. Es muy difícil para el propio gobierno de Bolivia una relación fluida con un líder de la oposición que tiene como elemento central de apoyo a los productores de coca de la zona del Chapare, que en todos los casos, son productores de coca ilegal, que debe ser totalmente erradicada.
Esas son paradojas que te muestran algo particularmente importante: que desde un punto de vista formal hay alguien que no es un interlocutor internacional. Y desde el punto de vista real, es la segunda fuerza política del país, con una serie de demandas que están vinculados [sic] a la producción de coca en las zonas ilegales y que se ha ido arropando de posiciones radicales anti ALCA, se han ido rodeando de posiciones radicales anti venta de recursos naturales como el gas--que es el recurso más importante del país--y que ha ido vistiéndose de los sectores más radicales del viejo marxismo de los años '60, que encuentran en él [a] un interlocutor, que por supuesto tiene una respuesta popular porque hay un fuerte descontento con este modelo.
La suma de estos factores que Bolivia puede expresar hoy--y lamento que así sea--de manera ilustrativa, ustedes pueden acomodarla de diferente forma pero no radicalmente distinta en muchos países de América Latina. Un sistema democrático debilitado porque el modelo aplicado no ha funcionado; porque las condiciones externas de la cooperación, y sobre todo del Fondo Monetario Internacional y otras instituciones, son muy rigurosas y difícilmente aplicables; porque su aplicación en general trae un altísimo costo social, que pagan esas democracias; porque los partidos políticos protagonistas del escenario democrático no entienden las lecciones de la Historia y siguen insistiendo en una lógica repetitiva y suicida en función, precisamente, de su estructura armada sobre el prevendalismo, sobre las ventajas y sobre cada vez una [sic] divorcio entre la base y esos partidos, y una relación cada vez más conflictiva entre el Estado y la sociedad. En nuestro caso, con un proceso que tiene que ver con el pago de una larga factura histórica.
Nuestro gobierno, que ha pagado algunos errores que hemos cometido pero que lo está haciendo es pagar un proceso creciente e ininterrumpido de disolución de los elementos que conforman el poder básico de cualquier Estado, que es el imperio de la Ley y el cumplimiento de ésta, definen un conjunto de problemas que debiéramos tratar de responder de una manera estructural.
No puede ser que la solución a las crisis de nuestros países estén [sic] en manos de Coroneles, o de Mayores, o de Generales, que definen o deciden a partir de liderazgos específicos, que pueden tener más o menos éxito, la sustitución de un modelo que no funciona para abrir otro tipo de problemas que generan crisis muy parecidas una a la otra que intentan sustituir.
Si no somos capaces de hacer una lectura en profundidad de los problemas profundos y estructurales de nuestra democracia, quizás creamos que la respuesta está planteada, por ejemplo, en el tema del financiamiento de los partidos, tema central, no tengo la menor duda, siempre y cuando las premisas básicas que teóricamente en este tiempo debiéramos haber superado, estuvieran superadas. Pero me da la impresión de que salvo excepciones, hay muchísimos temas previos que se daban por sentados [sic] que no podemos dar por sentados [sic] hoy.
Espero que esta reflexión--que tiene que ver con una realidad dramática que vivimos, que estamos trabajando fuertemente para resolver, que ha dejado profundas heridas, y que nos obliga a responder con lecciones aprendidas a los duros golpes, que la sociedad boliviana está afrontando--nos permitan contribuir a una reflexión sobre lo que pasa en todo el continente.
Quizás ustedes piensen, y tienen razón, que estamos, y yo estoy en este momento expresando una situación particular cuya coyuntura es difícil y eso, probablemente, que significa un filtro subjetivo inevitable. Pero es bueno que ustedes conozcan precisamente lo lacerante de esa situación hoy, porque la estamos viviendo en carne propia; porque representan la realidad muy compleja que tenemos que intentar resolver. En un país plural, en un país multiétnico, multicultural, en el que una elección pareció decir: "aquí está la respuesta," entran los indígenas, quechuas, aymarás, los productores de coca, los sectores más radicales, dentro del Parlamento. Pero el Parlamento no está logrando ser el mediador y el que represente verdaderamente el vínculo entre el ciudadano y el Estado. Y esos mismos parlamentarios que están en el Parlamento son los que proponen los bloqueos en las principales carreteras porque nuestra lógica de diálogo, entre comillas, sigue basada en la confrontación.
Estos aspectos nos permiten preguntarnos si no es tiempo de que esas preguntas que se hacían en 1985, para justificar el modelo económico: "Si no es esto, ¿qué es?", la pregunta de Santo Tomás, desde hace tanto tiempo, hoy día ya no sirve. Ya no puedes seguirle diciendo a la gente simplemente: "Si no es esto, ¿qué es?"
Termino con una reflexión que creo que vale en un ámbito como en el que estamos. Uno de los grandes problemas del mundo en que vivimos--el día de hoy es un ejemplo extraordinario de ello--es confusión total, falta de respuestas claras, posiciones cada vez más radicales y cada vez más maniqueas entre el blanco-blanco y el negro-negro. Y una falta de liderazgo político en América Latina que es también una falta de pensamiento y de respuestas, y de conceptos intelectuales que nos permitan intentar salidas por nuestro propio pensamiento. Hay un vacío de pensamiento, de propuesta y de creatividad en el continente para intentar dar respuesta a esa pregunta: "Si esto no es, ¿qué es?"
Creo que un grupo como el que está aquí reunido, debiera trabajar en ello, en la construcción de tareas de pensamiento, que nos permitan buscar respuestas. Hace mucho tiempo que creímos que una receta iba a funcionar. Estamos viendo que tiene problemas. Y no me refiero a la democracia como concepto, elemento con el que coincido plenamente, sino en [sic] los otros aspectos que hacen a su construcción o a su de-construcción, para que no nos sirva esta historia de que la historia había terminado. Quizás nos creímos la idea del fin de la Historia y quizás vale la pena repensar si no tenemos que recomponernos como protagonistas de la reflexión sobre esa historia que nos está llevando por caminos más torcidos de los que nos gustaría.
Muchas gracias.
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